lunes, 21 de agosto de 2017

HABLAR, UN ARMA DE DOBLE FILO

La anterior semana me paso algo muy interesante que me hizo reflexionar sobre la clase de comunicación que tengo diariamente. A pesar que la comunicación es uno de los pilares fundamentales que tenemos como humanos y algo que muchos autores dicen que es “natural”; es muy interesante como nos cuesta encontrar a alguien que “nos entienda” siendo que hablamos el mismo idioma.
Respecto al tema estaba hablando con mi mejor amigo de años y de pronto un intercambio de opiniones se convirtió en una pelea acalorada. Al darnos cuenta que la situación se nos escapaba de las manos nos detuvimos inmediatamente y decidimos no hablar más hasta estar tranquilos (no recuerdo ni sobre qué estábamos peleando, pero estoy segura que era algo sin importancia). Luego de unos minutos reímos juntos por lo acontecido y decidimos rememorar lo que había pasado para saber dónde empezó la pelea.
En síntesis los malentendidos empezaron no por el “qué” dije, sino por el “cómo” lo dije. Cualquier frase o palabra puede ser tomada por algo ofensivo si lo decimos de un modo agresivo. Recordé que había tenido un día pesado y sin quererlo ya estaba tratando mal a todos. No es la primera vez que me pasa así que decidí cambiar mis hábitos comunicativos. Entonces ¿cómo estar seguros que lo que decimos es lo que entiende nuestro receptor?
La única solución posible para evitar esta clase de malentendidos es ponernos en el lugar del receptor. Escuchar lo que se recibe y no de lo que emisor “haya querido expresar”. Cuando tratamos de expresarnos debemos tener en cuenta que el receptor tiene un universo distinto dentro sí mismo y por lo tanto debemos estar seguros de expresar correctamente lo que planeamos. A veces una información mal expresada puede traernos muchos problemas.
También se debe recordar que tenemos influencias muy grandes de nuestra cultura o el medio donde vivimos que solemos comunicarnos de acuerdo a nuestras influencias sociales. Un ejemplo bastante claro es del clásico caso del niño agresivo que solo es el reflejo de una comunicación violenta en el hogar.Si bien nosotros no debemos limitarnos a ser sólo reflejos en el ambiente, no podemos separarnos de la carga emocional que conlleva crecer en determinada familia. Por otro lado, los amigos, la pareja o hasta la misma profesión nos condiciona a asumir delimitados roles y modos de hablar de acuerdo a lo que se espera de nosotros.
Pero para evitar pelear por cosas insignificantes, un ejercicio muy bueno que siempre me funciona es  la comunicación asertiva. Primero se debe respirar profundo para ordenar nuestras ideas. Luego pasada la etapa de oxigenación del cerebro, es muy útil describir con nuestro receptor la situación lo más objetivamente que se pueda, sin atacar, pero tampoco haciéndonos la víctima de la situación.  Una parte primordial es decir cómo uno se siente anímicamente (triste, feliz, frustrado, nervioso) y principalmente que exige para que su demanda sea atendida. De nada nos sirve discutir solo por hacerlo sin tener la proactividad de darle una solución a dicho problema (si lo hubiera).
Si seguimos estos pasos en cualquier altercado que tuviéramos puedo asegurar que no existirían tantos problemas como los hay ahora. Una discusión de vez en cuando es muy buena para una correcta argumentación de nuestras ideas, pero hay que tener mucho cuidado porque a veces podemos lastimar a un ser querido al escoger términos incorrectos o decirlos de la manera equivocada.



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